martes, 16 de febrero de 2016

Los increíbles.





     El día 15 de febrero, se celebra el día internacional contra el cáncer infantil, aunque realmente, no nos hace falta un día para acordarnos de ellos, ya que todos los días lo hacemos, pero no está de mas, que se le recuerde a muchos.

     Este modesto artículo, aunque va dedicado a todos los que están pasando por esta dura prueba, voy a hablar de una familia, que conozco desde hace muy poco tiempo, pero el suficiente como para que se hayan ganado, no sólo mi corazón, sino mi absoluta admiración. 

    Fernando y Ana, son padres de dos niños maravillosos, Hugo y Manu, este último, anda un poco malito desde hace un tiempo, pero estamos seguros que todo va a salir genial. Estos padres coraje, junto a muchos otros, están metidos de lleno en una campaña, que seguro muchos conoceréis, y si no la conocéis ya os lo digo aquí, que se llama: Dona médula, dona vida. Fijaos con que poco, podemos hacer algo grandioso, pero bueno, a lo que iba, ¡¡que me despisto!!, Son ejemplo de superación, de valentía, de coraje….pero sobre todo Manu. Este niño me tiene enamorada, bueno, a mi, y a cualquiera que haya seguido un poco su historia, pero cuando me ganó definitivamente, fue cuando después de pasar por un tratamiento, que ya sabemos lo agresivos que son, se puso su ropa, su gorro de lana, y posó para que su padre le hiciese una foto en el ascensor. 




     Cuando ves esto, te paras y te preguntas: ¿y hay quién anda todo el día llorando por los rincones diciendo: no puedo? ¿vemos de verdad, un problema no saber que vestido comprarnos para una boda, o que corbata va mejor al traje que hay que ponerse ese día? ¿de verdad se acaba el mundo, por que no se puede comprar un videojuego? Mientras haya gente valiente como Manu, o como su hermano Hugo, que está a su lado siempre, veré lo demás como frías vanalidades, que sacan lo peor del ser humano. Mientras haya gente como ellos, o como los muchos que me rodean en el mundo de los “raros”, seguiré creyendo en los valores, en los superhéroes y en que el ser humano es capaz de sacar lo mejor de si mismo, para ayudar a los demás.

     Manu, sólo es uno de los millones de casos que hay, y por ellos debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para ayudar, desde alguien tan insignificante como yo, hasta las instituciones más poderosas. No olvidemos, que a pesar de que el eslabón más grande sea el último, cualquiera de los que mantienen unida la cadena, por pequeño que sea, es importante.

     Si al final del camino, lo que vemos es a Manu incordiando a su hermano Hugo, y a Fernando y Ana, riñéndoles a los dos, porque no han parado en toda la tarde, entonces sabremos que todo está bien, que la pesadilla ha terminado para ellos. Pero seguiremos luchando por los millones de “Manus” que hay en el mundo, para que sigan soñando despiertos, pero nunca se vayan a dormir, no, hasta que llegue la hora.

     Gracias, por permitirme que os usara como ejemplo. Gracias por la lección que nos estáis dando de vida. Siempre estaremos ahí. Hay cosas, que “Dori”, no olvida.

     Os queremos.


     Mañana, más y mejor.

martes, 2 de febrero de 2016

Tú, también mereces ser recordado.

                                    


   A mi abuelo Baldomero.

  Memoria histórica, bonitas palabras, ¿verdad? La memoria histórica está dentro de cada uno de nosotros. Cada uno lleva su dolor, su memoria, y su historia, de la mejor forma que sabe, y si de algo no saben las leyes, es de dolor.

     Unos muertos no pueden doler más que otros, la Guerra Civil fue una lucha de hermanos contra hermanos, un sinsentido. Incluso había quien luchaba simplemente porque se lo imponían, aunque yo creo que esos eran la mayoría y todo una vez más, por ansias de poder, y quítate tú, que me pongo yo.

     Esta historia, es la historia de mi familia, y aunque esta no pertenezca a la ley de memoria histórica, si pertenece, a la memoria y a la historia de muchas personas.

     Mi abuelo, Baldomero, era un hombre feliz, padre de dos niñas pequeñas, una de cuatro años, y una de dos, y casado con mi abuela, Isabel, los cuales habían vivido una historia de amor diferente a las normales, de esas que ves en las películas y no parecen ciertas, pero eso, es otra historia.

     El delito que cometió mi abuelo, fue decir alto y claro, que él no iba a participar en una guerra que no tenía ningún sentido, en una guerra en la que iban a morir millones de inocentes, y él no iba a ser uno de esos verdugos, aunque quien iba a decir que si sería una de sus víctimas.

     Él recolectaba cosas que cultivaba, las empaquetaba, cogía su caballo, o mula, no recuerdo bien, y su carro, y se iba a Murcia a cambiarlas por cosas que su familia necesitaba, lo que llamaban trueque.

     Un día, como otros muchos, se disponía a salir, y mi madre, una niña de cuatro años que adoraba a su padre, como muchas de nosotras o nuestras hijas, se subió al carro con su padre, para acompañarlo hasta donde terminaba el camino de entrada a su humilde casa, para como cada vez, darle un beso. Su padre la bajaba del carro, y le decía adiós hasta que la perdía de vista, sólo que esta vez sería la última, porqué además, su cuerpo nunca regresó.

     A esas dos pequeñas, siempre se les dijo, que su padre había muerto de un dolor "miserere" (lo que conocemos por peritonitis), y que como estaban en guerra, el cuerpo se había perdido. Cuando ellas crecieron y tuvieron hijos, la historia era la misma, hasta que un día, yo, que a pesar de no conocerlo, siempre lo he tenido muy presente, me entero por casualidad, que mi abuelo, no había muerto así, sino que había sido asesinado. ¡Imaginaos mi cara! ¿Cómo le decía yo eso a mí madre y mi tía sin pruebas?, pues manos a la obra, a investigar.

     Después de muchas llamadas, nervios, hablar con gente que si conocía la historia, pero que nunca habían hablado de ello por qué les causaba demasiado dolor, y gente que sin conocerme de nada, se volcó en ayudarme, recibo una llamada que cambiaría mi vida: he encontrado a tu abuelo. 

     No pude hablarle en un rato, por qué comencé a llorar. No sé cómo explicar ese sentimiento por alguien, que sólo conoces en foto. Esa llamada, venía del Archivo Histórico de Murcia, allí estaba el nombre y apellidos de mi abuelo, y su "parte médico", y con eso, llame al cementerio Nuestro Padre Jesús, y me dieron exactamente dónde estaba enterrado mi abuelo. Por desgracia, ya no se puede recuperar su cuerpo para poder enterrarlo en el pueblo que le vio nacer y que él quiso tanto.
Y de "dolor miserere", nada de nada, tremenda paliza que le dieron, que le costó la vida, a sus 33 años, por orden de un superior del bando "rojo", y esto lo sé, no por los papeles, sino por esa gente con la que hablé y rompieron su silencio, según algunos de ellos, por qué les pesaba demasiado esa carga, y afortunadamente por fin podían contarlo a un familiar, y eso, junto con ese informe médico, corroboraban la historia.

     Después de sesenta y cinco años, pude sentar a esas dos niñas, por qué en ese momento es en lo que se convirtieron, para decirles la verdad de lo ocurrido a su padre. ¿De verdad ese dolor es distinto al de las demás víctimas? ¿De verdad mi abuelo no merece volver a casa? ¿Es diferente su sangre a la de los demás?

     Lo que sí tiene claro toda mi familia, es que los culpables de ese asesinato, ya están muertos, y la historia enterrada. Aunque para nosotros el dolor está ahí, la vida sigue, y toda esa sin razón, no debe ser utilizada para sembrar el odio en la España actual. 

     Nunca hemos juzgado a nadie por su forma de ser o pensar, tenemos amigos de todas las tendencias políticas, e incluso familia. Afortunadamente, estamos en un país libre, bastante sangre se derramó ya, de uno y otro bando. 

     Y las víctimas, son todas, "rojas y azules". Todas merecen el mismo respeto, al igual que los hijos de puta, fuesen del bando que fuesen, merecen toda la repulsa. 

     No hay diferencias entre los muertos, las diferencias las buscamos los vivos.


     Mañana, más y mejor.