miércoles, 24 de julio de 2019

Juventud, divino tesoro


   



  Cuando somos jóvenes, siempre pensamos que nuestros padres, tíos, etc, han nacido ya así, mayores y con ideas muy arcaicas para nosotros, pero conforme avanzamos, nos damos cuenta de que estábamos equivocados no, lo siguiente. Nos damos cuenta de que en realidad vivíamos en un mundo paralelo y a veces irreal, tal cual pasa ahora a nuestros hijos, pero con la diferencia de que la educación fue totalmente diferente, y ahora es cuando me meto en terreno pantanoso y quizá no pueda salir, pero como soy temeraria, que en eso no he cambiado, pues allá voy.


     Tus padres eran estrictos con la educación y en el colegio lo eran con la enseñanza. Los padres tenían autoridad y los profes también. Recuerdo que cuando un profesor me decía: voy a llamar a tus padres, a mi el alma se me encogía, y quizá era simplemente para decirles como iba en clase, pero a mi se me venía el mundo encima, y no por miedo a unos o a otros, no, porque tenía tal respeto por ellos, que me daba pánico haber hecho algo mal, porque en esos años si el profesor decía “esto está mal” no había discusión válida con tus padres, porque ellos lo apoyaban al cien por cien...igual que ahora, que oye, también hay excepciones, pero por norma general, han perdido todo el respeto a unos y a otros.



     Una mirada de mi padre bastaba para que me quedase clavada en la silla, hoy en día miras así a tus hijos y ya no solo es que el niño o niña en cuestión te diga que por que lo miras así, es que si estás en un sitio público y se te ocurre reñirle, son los mayores los que te miran de tal manera que parece que estés cometiendo un crimen, y siempre está el tonto de turno (por cierto, que felices éramos cuando solo había un tonto por pueblo, ahora das una patada a una piedra y tienes que volver a colocarla porque no hay sitio para tantos) que te da lecciones de cómo criarlos y educarlos, y esto te lo dice mientras el suyo está saltando de silla en silla molestando a todos los comensales...pero claro, luego llega la juventud, y a ver como le explicas a ese niño o niña que siempre ha hecho lo que le ha dado la real gana, que no puede seguir haciendo lo mismo, que te suelta un: ¡que sabrás tu!



     Vuelvo a repetir que hay de todo, afortunadamente, pero estamos creando una sociedad de jóvenes carentes de valores, respeto, humildad y con un nivel cultural bajo mínimos, que los convierte en carne de cañón cuando pasen a la vida adulta, cuando se den cuenta de que no siempre pueden comprarse unas zapatillas de marca, el televisor más grande o el coche más potente, porque su sueldo no le llega. Que los padres no tenemos la obligación de sacarles las castañas del fuego porque nosotros ya nos quemamos las manos para sacar las nuestras, y que no por ello somos peores, simplemente queremos que valoren lo que cuesta sacar una casa adelante, o mantener una familia, incluido el perro.



     Lo llaman progreso, pero creo que estamos yendo en sentido contrario, creo que estamos adelantando a los niños a tener una juventud prematura que no les corresponde por edad, y eso los desestabiliza un poco...aunque claro, de estables yo no debería hablar, porque siempre he sido bastante diferente, pero eso si, con los pies muy en la tierra y sin colgar a nadie el San Benito de solucionarme la vida.



     Juventud, ese tesoro que pensamos nos va a durar toda la vida, pero que de repente un día te miras al espejo y descubres arrugas donde antes no las había. En lugar de discotecas plagadas de gente prefieres ir a un lugar tranquilo donde si estás solo mejor. Escuchas música y todo te parece...vamos a dejarlo en “no muy normal”, y sobre todo, cuando en una reunión de amigos, te das cuenta de que en lugar de hablar de temas molones, estás hablando de lo que te duele y de las medicinas que tomas...ahí, ahí es cuando dices: pues que se ha ido, que la juventud se ha jubilado. Y ese día es cuando miras a tu alrededor, y por más que quieras hacerles entender que todo es caduco, sabes que solo la vida podrá enseñarles, que nada es fácil, que todo hay que trabajárselo...lo dicho, el camino de la vida se encargará de mostrárselo.



     Y para finalizar, ¿sabéis que es lo que más me jode (podría poner “fastidia” pero entonces no sería yo) y fue cuando me di cuenta de que mi juventud se estaba yendo al carajo? Cuando una niña monísima de unos veintitantos me llamó señora...ahí se me cayó el tambaliche al suelo y dije: Ana, esto ya no tiene solución, vive que esto va cuesta abajo y sin frenos.


Feliz vida.