sábado, 9 de abril de 2016

Desde el alma (I)

      

     Hoy quiero hablar de un tema, del que jamás he hablado abiertamente. Hoy quiero liberar mi mente, mi alma. Quiero dejar salir parte de mis recuerdos, de mis miedos y de mis sentimientos.

     Todos hemos perdido seres queridos, familiares, conocidos y amigos, y de estos últimos, quiero escribir, hoy en concreto de Marco, ese amigo del que te enamora todo, pero al que quieres como si fuese un hermano.

     Era un chico alegre, encantador, de sonrisa continua. Era mi compañero de cafés, por que aunque no existían los móviles, y sobrevivíamos, sabíamos donde teníamos que estar y a que hora, si queríamos nuestro ratito de risas, confidencias y clases…sí, clases. Entonces estaba él intentando obtener el permiso de conducir, y aquel café diario, le servía de repaso. Yo cogía el libro de la autoescuela, y empezábamos con las preguntas y los test. 

     Él metía su mano debajo de la camiseta, a la altura del pecho, y empezaba su extraño ritual: se iba arrancando pelitos del pecho, a la par que respondía preguntas. ¡¡Era una depilación, a su manera!! Siempre recordaré ese trocito de pecho sin pelo, que tanta gracia me  hacía.

     Aún puedo recordar tu risa, tu olor, tus abrazos. Mi último café contigo, antes de aquel fatídico día, fue en un pub de la población vecina, San Pedro del Pinatar, ya que teníamos que hacer uso, de aquel permiso de conducir que tanto trabajo nos había costado sacar….bueno, a ti, que yo aún era menor de edad, pero estudiaba a la par que tu.  Un pub, al que durante años no he podido volver. Esa tarde, ese último café, tuvo como banda sonora una canción de Nino Bravo, “Al partir”…que casualidades tiene la vida, ¿verdad?. Tardé en volver veinte años. Estar allí sin ti, era demasiado doloroso, pero tenía que hacerlo, y ¡que cosas!, me pido el café, me siento y empieza sonar aquella canción….no pude evitarlo, comencé a llorar, como si hiciese cinco minutos de tu muerte, y te sentí allí. Quiero creer que fue tu manera de decirme que sigues cerquita de nosotros.

      Hace unas semanas, tu hermana, a la que adoro, me trajo una foto tuya, por que he perdido muchas de las fotos que tenía de aquella época, y ¡que sensación!, esa sonrisa, me reconfortó. 

     Cierro los ojos, y aún recuerdo y siento, tu último abrazo, y ese besazo que me diste estilo abuela en la mejilla, y ese ¡te quiero amiga mía! Creo que no hay manera más bonita de despedirse, aunque no lo sabíamos, sino, jamás te habría dejado ir. 

     Estoy sentada frente a mi ordenador. Mi café delante, tu foto al lado, y ¡¡lloro y sonrío al mismo tiempo!!, ya sabes que siempre he sido un poco bipolar, hay cosas que no cambian, al contrario….¡¡van empeorando, cielo!!

     Gracias por los ratos que me regalaste. Gracias por tu sonrisa. Gracias por tus abrazos, por escucharme cuando lo necesitaba, aunque esa faena, os la repartíais entre José Manuel y tu, y los dos estáis juntos ya, así que conociéndoos, menuda tenéis que estar montando, y espero que Paco (Paquico para los amigos), también esté por ahí…..de ellos, ya hablaré otro día, no puedo dejar salir a todos de golpe, poquito a poco. Todos ellos se han ido demasiado pronto.

     A los que leéis esto, deciros lo de siempre: cantad, reid, bailad, besad, amad, haced lo que queráis, sin miedo, sin pensar en el “que dirán”, sólo nosotros somos dueños de nuestra vida, de nuestra historia, y cada cual, escribe la suya lo mejor que puede o sabe. El final, es seguro, y además no podemos escribirlo nosotros. No somos dueños de poner punto y final, así que cada vez que pongáis un punto y seguido, aseguraos de haber puesto cada cosa en su sitio, a cada persona en el lugar que merece, y sobre todo, que vuestra felicidad no sea entre paréntesis, sino en mayúsculas.

     ¡Feliz día! ¡Feliz vida!


     Ana Marlo.